Facturas pendientes by Ángel Barrios

Facturas pendientes by Ángel Barrios

autor:Ángel Barrios [Barrios, Ángel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2020-05-15T00:00:00+00:00


31

Santi cruzó a toda prisa por delante de la barra de El Molino.

—No le interrumpa —le avisó el camarero mirando a Cadenas—, está haciendo una entrevista de trabajo a una candidata.

—¿Una candidata?, ¿para qué? —quiso saber Santi, que veía amenazado su fututo puesto.

—Para el hotel.

—Pon un botellín —dijo Santi—, de las normales, nada de cerveza reserva ni hostias.

Las peluqueras estaban vestidas, eso era extraño. Paseaban junto a la orilla del río. Cadenas llevaba el pelo rizado. Santi se mentalizó para no mirarle el peinado cuando hablase con él.

Cadenas estaba sentado frente a una joven que contestaba a sus preguntas, mientras Íñigo, con unas gafas con montura en la mitad inferior, tomaba notas.

—Dígame, ¿cuál considera usted que es su principal defecto a la hora de desempeñar su trabajo? —preguntó Cadenas.

—Soy excesivamente perfeccionista —contestó la chica—, eso me trae de cabeza, hasta que no consigo terminar algo y que quede perfecto, no puedo dejarlo. Tal cosa me influye en el trabajo, ya que quiero que todo el personal haga lo mismo.

—Pero eso… eso es fenomenal. —Íñigo tomó nota.

—Veo que tiene experiencia en puestos de atención al público y domina inglés y francés.

—Perfectamente, dos años en Bristol y un año en Toulouse en la recepción de una fábrica de material de escritura. Yo misma pedí el traslado a Toulouse desde París, por cercanía. Por supuesto, me lo concedieron.

—Sabe que el puesto será para la recepción en un hotel, la incorporación será inmediata y… nada más. Nos pondremos en contacto con usted.

—Estoy muy interesada en trabajar con ustedes —dijo la joven.

—Tiene usted muchas opciones, desde luego que sí —dijo Cadenas.

Santi observó cómo la chica se levantaba, se despedía con un apretón de manos a Cadenas, otro al guardaespaldas, que pareció no esperarse, y se marchó. Cadenas e Íñigo se dirigieron a la barra mientras seguían anotando en sus carpetas.

—Es una petición precipitada —le dijo Cadenas a Santi—, pero esto es un negocio y hay que atender las peticiones.

Íñigo abrió una nevera que estaba en el acceso a la cocina, la misma de la que el camarero había sacado la cámara de video de Santi, y extrajo los mismos trapos entre los que se escondía una pistola con unas balas sueltas. «¿Qué más habrá dentro?», pensó Santi, que reprimió la pregunta. Íñigo le dio el arma y las balas a Santi y este le ofreció un sobre a Cadenas, que miró a Íñigo para que lo cogiese él. «Cuánta tontería tiene este hombre», pensó Santi, asegurándose durante un instante de que lo había pensado y no dicho en alto.

—Gracias, señor Cadenas, es una urgencia… Es para ese tonto que le dije, que trabaja con Clarita en la fábrica. Se lo agradezco, un gran favor. Señor Cadenas, quiero proponerle algo… —dijo Santi bajando el tono de voz.

Hizo un amago de tomar a Cadenas por el hombro para hablarle al oído. Cadenas se apartó y le miró sorprendido. Íñigo se acercó de inmediato, pero Cadenas le detuvo con un gesto. Santi se separó rápidamente con un saltito hacia atrás.



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